17 de septiembre de 2011

DERECHOS HUMANOS - MALENTENDIDO


TODA PUESTA EN ESCENA EN UN MALENTENDIDO*

1. El lunes pasado comenzó en el Tribunal Oral en lo Criminal Federal n° 1 de La Plata un nuevo Juicio por delitos de lesa humanidad en el que se juzgan los delitos de lesa humanidad cometidos en seis Centros Clandestinos de Detención del denominado Circuito Camps (llamado así porque dependía del Coronel Ramón Camps, quien era el Jefe de la Policía de la provincia de Buenos Aires). Más de 20 centros clandestinos formaron parte de este circuito, entre ellos los conocidos como “Destacamento de Arana”, “Estancia La Armonía”, “Brigada de Investigaciones de La Plata”, “Comisaría 5ª” en el partido de La Plata; “Pozo de Banfield” en Lomas de Zamora; “Pozo de Quilmes” en el partido de Quilmes; el Destacamento 16 de Cuerpo de Camineros o "COT 1 Martínez" en el partido de San Isidro, Brigada de Investigaciones de San Justo y “Puesto Vasco” o Sub Comisaría de Don Bosco, entre otros.

En el caso de la zona de La Plata, numerosos testimonios dan cuenta de uno de los mecanismos de funcionamiento del circuito: al momento del secuestro, las personas eran llevadas en primer lugar a la Brigada de Investigaciones de La Plata, que funcionaba como central de operaciones y  distribución de los detenidos ilegales; luego trasladados a la Comisaría 5ª, mayormente utilizada como depósito y maternidad clandestina; y luego trasladados al Destacamento de Arana,  centro de tortura y exterminio.


Las audiencias del Juicio se realizarán los lunes y martes en el Auditorio del edificio del Tribunal Oral Federal 1, que preside el Dr. Carlos Rozanski, junto con los Dres. Roberto Falcone y Mario Portela, conocido como Ex Amia (4 entre 51 y 53). El salón, de proporciones considerables ya para un teatro, ha sido acondicionado para contener a los 26 imputados, defensores oficiales y particulares, abogados querellantes, fiscales, los jueces y el personal del Tribunal.


2. La circunstancia que el juicio se realice en un teatro no es arbitrario, pues  la justicia no es otra cosa que una ”puesta escena”, la reconstrucción de un hecho pasado a través de diversos relatos proporcionados por testigos, documentos, pericias, etc. Un espacio donde las partes, a través del debate oral y público, buscan persuadir a la ley de la coherencia o no entre el tipo y el hecho. “Persuasión” que la ley ubicará dentro de los limites de la sana critica. Pero que no deja de ser un relato que busca reponer una historia colocarla nuevamente en un lugar, imposible pero inevitable: el momento previo al daño.


Reparar el daño es el horizonte de la justicia, utópico pero ineludible. Es el rol del magistrado, recomponer la situación reconstruyendo una historia utilizando las diferentes versiones de la misma. En este sentido, el magistrado esta investido de un rol central, es el autor de ese relato construido con retazos, versiones, pruebas e inferencias.


Pero esa palabra del autor sobrevuela los murmullos, los trasciende y los redime, al instalarlos en otra escala, la de la palabra legitimada. Solo esta palabra asegura la reparación, más allá de los relatos que se construyen y reconstruyen. Es el lugar de la Ley que repara.


Sin embargo, como dice Gambaro, “toda puesta en escena es un malentendido”. Y todo malentendido da cuenta de la imposibilidad de un equilibrio final en la balanza de la persuasión. Pues esa escena es interpretada, son los hombres los que asumen esos roles, protagonizando una historia repetida y nueva todo el tiempo. En la interpretación de la historia se abren espacios de fuga, incertidumbre. Poesía.


3. Una escena que se viene repitiendo en los últimos juicios es la del ingreso de los imputados en el escenario antes del ingreso del Tribunal, y con la sala ya repleta de gente. Me recuerda a esos momentos donde los jugadores entran a la cancha a realizar los movimientos precompetitivos y la hinchada aprovecha para aplaudir al ídolo, insultar al contrario, demandar a los dirigentes, etc.


El ultimo lunes nuevamente paso algo así. Los imputados fueron entrando al estrado de a poco, unos si, otros no, ubicándose en una escena vacía, sosteniendo un tiempo incierto que se fue prolongando, estirando ansiosamente. Ese ingreso puso el vacío de la audiencia en otro lugar. Este, fue llenándose lentamente, en una situación imaginable y que no merece ahora mayor descripción. Vituperios, demandas de justicia, pedidos por las victimas desaparecidas ayer y hoy, etc...


Pero la sala no es una cancha y la platea no es una hinchada. Son victimas y familiares del terrorismo de Estado que vuelven en ese espacio a tener delante suyo a sus verdugos genocidas.


4. Cuando en los 90 el poder político silenció las demandas de justicia y consagró la impunidad, los organismos de derechos humanos, con Hijos a la cabeza, inventaron el escrache, puesta en escena que convocaba a un grito catártico que demandaba justicia. Pero además, esta escena filtraba también un malentendido, pues esas voces al encontrarse a demandar hacían visible un relato subterráneo que agrietaba la indiferencia social, si, pero además ponía en escena una nueva comunidad. Visibilizaba a quienes no querían ser vistos. No solo ser escuchados, entonces, sino poder escucharse. La comunidad  era entonces el magistrado que sostenía el relato emergente.


Existiendo la posibilidad de justicia, abierta la escena al magistrado, los gritos del lunes no tenia el mismo efecto, pues el malentendido, la posibilidad de construir un nuevo sentido, estaba en otro lugar de la escena. Eran gritos sordos, que se encerraban trágicamente ante un “otro” aun ahí, aun impune, que también puede presentar un cuerpo y un relato.


Habiendo justicia, lenta y tardía, no deberían reeditarse estas escenas donde las victimas enfrentan a sus victimarios en una situación dual, de uno frente al otro, como en una disputa de versiones. Los magistrados tienen la responsabilidad, legal y moral, o al menos el tino, de ocupar el lugar que les toca en la construcción de este relato social. El de legitimar  la verdad, pero sobretodo, el de sostener a esa comunidad.




* "Toda puesta en escena es un malentendido" es el título de un precioso texto de Griselda Gambaro en el que reflexiona sobre el poder y el teatro, temas que tocan este ensayo, y sobre los espacios de resistencia y dominación en el mismo lugar donde nos habíamos imaginado el momento de libertad, eso que entonces, dice Gambaro, "ya no es lo que es, es otra cosa".










No hay comentarios: