27 de octubre de 2011

DERECHOS HUMANOS - PERU

CRÓNICAS DE PERÚ - I
ANFASEP (PARA QUE NO SE REPITA)
  
1. Son mujeres, mujeres mayores, mujeres mayores pobres, mujeres mayores campesinas pobres, mujeres mayores campesinas quechua hablantes pobres, mujeres mayores campesinas quechua hablantes pobres del interior de la sierra, mujeres mayores campesinas quechua hablantes pobres del interior de la sierra victimas del terrorismo de Estado. ¿Cuántos enlaces puede anudar esta cadena de sometimientos? ¿Qué sujetos pueden soportar esta subordinación cultural, dominación política, explotación económica, exclusión espacial, invisibilización étnica, etc.? ¿Qué palabras pueden expresar esa posición?
Y toda esa cadena se enlaza a sí misma porque estas mujeres etc. son además “terrucas” (así llaman en las comunidades campesinas a los militantes de Sendero, y si bien terruco suena a terrorista, alguna de ellas me contaba que viene del quechua “caminante”). Ese mínimo desplazamiento del sentido que lleva de la víctima a la sospecha, que cristaliza en el “terrorista” todo posible sentido y ahoga cualquier palabra singular, cualquier historia; ese mínimo desplazamiento es la gran condena del Perú actual, la marca más actual de la violencia sufrida.

2. El terrorismo de estado, como genocidio, solo puede prosperar en una tierra trabajada largo tiempo por la indiferencia y la invisibilización social del otro. Solo esa invisibilización es condición de posibilidad del terror, pues ella es la puerta de acceso de la banalización y el anestesiamiento del sentir del otro.

3. “Hoy el estado tampoco nos reconoce”, dice Juana, vicepresidenta de Anfasep, que reune a estas mujeres atravesadas por la violencia desde hace 28 años. Y ahí nomás se cruzan la política reparatoria solo económica - y con un articulo según el cual no se consideran víctimas para los efectos específicos de la Ley del Plan Integral de Reparaciones y del Registro Único de Víctimas, a los miembros de las organizaciones subversivas; los Juicios con absoluciones - como en el Caso Putis donde los testimonios de los familiares no fueron considerados por el Tribunal por ser “parte interesada” (acá sería que “les corresponden las generales de la ley”); y la ausencia general de referencias simbólicas públicas al terrorismo de Estado - ningún taxi en Huamanga conocía el Museo de Memoria.

El recuerdo es una nueva forma de silenciamiento. Porque hablar no es recordar. Hablar no de decir. Para hablar nos emplazamos en un discurso (en el orden del discurso, diría Foucault, como palabra preformada, que nos antecede, nos recibe, nos atraviesa), para decir hay que remontar otra palabra, del hoy hacia el ayer, remontar el ser madre, el ser campesina, el ser pobre, el ser quechuhablantes. Decir es ir desanudando uno a uno los enlaces de subordinación. Hasta ser libres.


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