12 de noviembre de 2011

EMEME CLAXON

Ciudad de Pobres Corazones


BOCINA


A Lima

1. La bocina es la medida de la intolerancia en la ciudad. Como el chillido bronquial en el asmático, es señal de atascamiento y ahogo. La bocina es al lenguaje urbano lo que el ché al lunfardo nacional: constata la atención tanto como reprime o saluda. Si el ché es el gran significante vacío (Che, cuidado que paso; ché, que buena estás; ché, ¿necesitas un taxi?) la bocina lleva ese significante a su máxima abstracción, pues mientras el che se dirije a alguien, la corneta vuela con una referencialidad indeterminada.


2. La corneta es un espasmo que sacude nuestra atención, nos saca del ensimismamiento del paseante, nos tira violentamente en la ciudad. Para enamorar, para insultar o para negociar. Quien toca una bocina reconstruye violentamente el vínculo social que la sobreestimulación urbana había anestesiado.
Y paradójicamente, la bocina no es un estimulo más. Como el tono de aviso del Messenger, como el chirrido de una tiza en el pizarrón, parecemos programados para identificar y reaccionar hacia ciertos sonidos que sin ser arcaicos se vuelven inconfundibles.

3. El claxon es el arre! moderno. Hay un aire melódico en su nombre que rememora cierto tono onomatopéyico, alude a su mecánica antigua, cierto aire de claqueteo mecánico y prolongación tonal.
Tit, cuidado; Tit Tit, Hola!; Tiiiiii, ¡Qué haces, bestia! Como un sistema morse, el código binario de la bocina configura una serie de claves urbanas, de cuyo conocimiento depende muchas veces nuestra supervivencia. ¿Cómo distinguir el tit de “cuidado” del tit de “tiene la puerta abierta”? ¿el tit tit del “hola” del de “que buena estás”? Cuando el  conjunto de chillidos se funde en esa improvisada vuvuzela urbana, en un sonido tonal que uniformemente se cuelga como telón de fondo de la ciudad.
La violencia de la irrupción del otro en la bocina, como en el ché, está matizada por la promesa de la relación que viene detrás, por la apertura a la respuesta y la aventura. Es que en su indefinición, significante vacío, la bocina abre un abanico de posibilidades: “¿me saluda a mi? ¿Quién es?”, “¡que te pasa boludo!”, “no gracias, camino nomás”...

La evolución del claxon en el tono del celular cierra el ciclo iniciado en la campana inmóvil del hogar y el arre! del Jinete. El tono del celular es el claxon de la modernidad, donde la relación desaparece y solo queda la violencia. El aviso de que un objeto llama la atención de otro objeto. Nosotros.

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